El movimiento es pilar de
nuestro ser, innegable y saludable. Desde pequeños nos invitan a movernos con nuestros
primeros pasos, nuestras caídas, nuestros gestos, nos elevan en brazos, nos
acogen y arrullan, nos disponen de diferentes posiciones para dormir, los
abuelos nos llevan a pasitos, etc. No podemos evitarlo, pateamos en el vientre
de nuestras madres, previo a nuestra concepción somos puro movimiento de
espermios y ovocito, cuando se genera la fecundación, nos movemos al sitio
donde seguiremos moviéndonos para crecer y desarrollarnos. Innegable entonces.
Y que bien le hace a nuestro
organismo estar en sintonía con el alma del movimiento, con la conciencia del
ser uno cuerpo y mente, con el ritmo de los sonidos del ambiente, con las
corporalidades externas a nosotros, como los otros interactúan con nuestro
cuerpo, con nuestros movimientos; al beso responde otro, a la caricia una
sonrisa, al abrazo un regocijo, a la bofetada un llanto…movimiento vivo, que
nos mantiene en conciencia de estar vivos, y si nos sentimos vivos, actuamos de
esa manera, somos participes, colaboramos, pensamos, decimos. Saludable
entonces.
En el acto de estar vivos es que entregamos,
acompañado en algunos casos por mucho esperar y en otros por nada recibir. De pronto
creo que de eso se trata todo el tiempo, dar todo de si para que las cosas
funcionen, de poner lo máximo, de darle afectos a los otros, de entregar con
las manos, con el alma. Y no se si decir que nunca espero nada, porque también el
dar puede ser intencionado a recibir, un tanto manipulador pero no por eso
negativo, otras veces el entregar es más bien desinteresada y nos encontramos
con sorpresas, recibimos del otro sin haberlo previsto.
Y los limites de entrega
comienzan donde parte la existencia del otro, donde mismo caen los límites de la
libertad,
mi libertad acaba donde comienza la tuya. Pero ¿somos libres realmente? Tan solo
podría decir que hasta mis pensamientos creo que son limitados según los
acontecimientos que yo haya vivido, a mi historia de vida y la de mis
antepasados, a las cosas que haya conocido, en suma a mi cultura, a mi barrio y
a mis cercanos. Puedo decir que mi libertad esta medida en base a lo que sé y a
cuánto sabré, en cuanto a qué puedo hacer y que no puedo hacer, a cuanto puedo dar
y recibir, creo que nunca entenderé lo libre que puedo llegar a ser, hasta que
finalice mi vida y entienda lo tan libre que fui, lo valore, lo comprenda y
dimensione.
En parte creo que para ocultarnos
de esa libertad, de ese ser que somos, el maquillaje nos viene bien, entendiéndolo
como una “máscara” que creamos con muchos aspectos recónditos de nuestro ser,
que elaboramos con delicadeza cuidando cada detalle para que el otro no nos
critique, no vea lo que no me gusta de mi, que nos da refugio cuando estamos
expuestos, nos sirve como herramientas para realizar cosas que quizás no
sentimos que somos capaces de hacer, en este sentido ninguna máscara es lo suficientemente buena para ocultar tanto
que somos, puesto que nos estamos limitando todo el tiempo por las apariencias
y olvidando lo bonito de ser nosotros.
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